Picasso. La muchacha de los pies descalzos. Musée Picasso,París. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2015. © RMN-Grand Palais / Mathieu Rabeau / Adrien Didierjean

 

 

BIOGRAFÍA
SUS MAESTROS
A CORUÑA 1891–1895
A CORUÑA HOY

 

BIOGRAFÍA
Pablo Ruiz Picasso era un niño de 9 años cuando llegó a A Coruña en 1891. Aunque solo pasaría aquí tres años y unos meses, este iba a ser un período decisivo en su vida.

Su padre, José Ruiz Blasco (1838-1913), acababa de obtener una plaza de profesor en la recién abierta Escuela de Bellas Artes de A Coruña y se trasladó aquí junto con su esposa, María, y sus hijos Pablo, Lola y Conchita. Pablo, que era el mayor de los tres, mostraba cierta habilidad para el dibujo y la pintura.

En esa época, Ruiz Blasco era ya un hombre maduro. Pasaban los años y el éxito se le resistía; llevaba tiempo ejerciendo como profesor y conservador en Málaga, en puestos mal pagados y no gozaba de demasiado reconocimiento como pintor, aunque lograba vender algunos cuadros. Desde hacía algún tiempo aspiraba a un traslado que le permitiese mejorar su posición y por fin lo había conseguido.

La familia se instaló en un piso en el número 14 de la calle Payo Gómez. La casa estaba en una zona nueva donde aún había pocos edificios construidos. Frente a la vivienda de los Ruiz Picasso estaba el chalet del doctor Pérez Costales, un amigo de la familia. Pérez Costales había sido ministro en la Primera República y era una persona muy conocida en la ciudad.

Para el joven Pablo, el traslado a A Coruña supuso en cierto sentido una liberación. Lejos de la tutela de su abuela y sus tías, que en Málaga convivían con la familia, y vigilado de lejos solo por su madre, se divertía jugando con sus amigos en la plaza de Pontevedra, Riazor o el monte de Santa Margarita. Algunas de sus diversiones favoritas eran saltar olas en la playa, perseguir gatos, pelearse a pedradas o jugar a torear.

El año de su llegada se matriculó en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza. No fue un buen estudiante: en clase se entretenía garabateando los libros de texto y mirando las olas por la ventana y sus notas fueron mediocres. Con frecuencia lo castigaban encerrándolo en un cuarto, tiempo que él aprovechaba para dibujar.

Al año siguiente se matriculó también en la Escuela de Bellas Artes, que compartía edificio con el instituto. Allí tuvo como maestros, además de a su padre, a artistas destacados, como Isidoro Brocos o Román Navarro. En Bellas Artes sus calificaciones fueron mucho mejores que en el instituto.

Se conservan numerosas piezas académicas realizadas por Picasso, varias de ellas copiadas de láminas y otras realizadas a partir de modelos de yeso que había en la escuela, algunos de los cuales todavía se conservan. En la exposición se muestra una selección de estas piezas y sus modelos.

Los padres de Picasso apoyaron en todo momento su vocación artística. Le regalaron álbumes de dibujo, lo matricularon en Bellas Artes y pagaron a una niña para que fuese su modelo en La muchacha de los pies descalzos. Ruiz Blasco, consciente del talento de su hijo, solía requerir su colaboración para rematar sus propios cuadros, pidiéndole que le ayudase con detalles como las patas de las palomas, animales que pintaba con frecuencia.

En A Coruña, Picasso se aficionó a salir a la calle a pintar del natural. Ya entonces era un artista prolífico, que dejaba constancia de todo lo que le rodeaba. Pintó la Torre de Hércules, el mar del Orzán, el monte de Santa Margarita y una estampa rural de San Roque de Afuera, entre otros lugares de la ciudad. También creó unas revistillas tituladas Azul y Blanco y La Coruña, en las que refería anécdotas y sucesos locales.

En A Coruña se estrenó como retratista: pintó a los miembros de su familia e incluso a su perro Clíper. Retrató también a Pérez Costales y a su hijo Modesto Castilla. También se dibujó a sí mismo: sus primeros autorretratos conocidos los hizo aquí.

Impulsada por Pérez Costales, en A Coruña tuvo lugar, en febrero de 1895, la primera exposición de Picasso, que recibió críticas elogiosas en La Voz de Galicia. Fue en el número 20 de la calle Real, un establecimiento de venta de muebles. Se desconoce exactamente los cuadros que exhibió, pero podrían ser tres estudios de cabeza de un mismo modelo, un mendigo barbudo.

También aquí realizó su segunda exposición, esta vez en el número 54 de la calle Real, en una paragüería. En esta ocasión exhibió el óleo El hombre de la gorra. Picasso conservó esta obra en su poder durante toda su vida.

Durante este tiempo firmaba habitualmente sus obras como «P. Ruiz». Hasta comienzos del siglo XX no usaría el apellido materno, Picasso.

La hermana pequeña de Picasso, Conchita, enfermó de difteria y falleció al cabo de poco tiempo, en enero de 1895. El doctor Pérez Costales la atendió, pero no pudo salvar su vida. Fue un golpe muy duro para la familia.

Pocos meses después del suceso, los Ruiz Picasso abandonaron A Coruña. Cabe suponer que entre los motivos que impulsaron a Ruiz Blasco a tomar esta decisión están el fallecimiento de su hija, las disputas internas en la Escuela de Bellas Artes y las malas críticas que recibían sus obras, a diferencia de las de Pablo, que ya apuntaba un futuro prometedor.

La familia abandonó A Coruña en abril de 1895. Ruiz Blasco había conseguido una plaza en la Llotja en Barcelona, permutando la suya con el coruñés Román Navarro, que entonces era profesor allí, pero deseaba volver a A Coruña.

El único testimonio gráfico que se conserva de la estancia de los Ruiz Picasso en A Coruña es una fotografía de Lola hecha entre 1891 y 1892 por José Sellier –por otra parte pionero del cine español–.

Picasso no volvería a A Coruña, pero la ciudad permanecería siempre en su recuerdo. Muchos años después, guardaba postales con vistas de la ciudad y siempre conservó algunas de las pinturas infantiles que había hecho, como una vista del monte de Santa Margarita, La muchacha de los pies descalzos o El hombre de la gorra, que pueden verse en la exposición.